Nada es estático, todo está en movimiento, solo en ritmos diferentes. Hay una energía que empuja hacia adelante, que salta sin miedo al cambio, y otra que está enraizada en el silencio, que encuentra su fuerza en la pausa. La armonía no está en elegir una de las dos, sino en aprender a existir en ambas.
La vida no exige ni prisa ni quietud, sino presencia. Estar en flujo significa aceptar que todo tiene su tiempo, que el equilibrio nace cuando dejamos de luchar contra el mundo y aprendemos, en cambio, a ser parte de él.
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